Un día, como otro cualquiera me regalaron un perro que se llamaba Perdigón y estaba en la finca de mi abuelo. Le enseñe a que fuera a buscar la piedra, a que se sentara y a quedarse quieto.
Me voy para mi casa a al cabo de unas semanas fui a verlo y no estaba me pase la mañana llamándolo y no regreso, yo me pregunto ¿y si volviera?. Volvería a jugar con él a la pelota, y lo sacaría a pasear, pero eso no sucedió, Perdigón no volvió, y jamás regresara para poder compartir con él esos momentos como mi gran amigo que fue.
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