Adriana González Molina. Una palabra elegante. Gran Canaria

UNA PALABRA ELEGANTE

 

Una palabra elegante simpatiza entre las personas, crea lazos, forja relaciones. Puede darle un giro completo a la

 

vida. Eso, al menos, lo pensaba un niño de apenas seis años, que estaba de visita en casa de su abuela, en un 


pequeño pueblo guaraní. Con esa idea rondando en su cabeza, trepo a lo alto de un árbol, en el que había 


transformado en su refugio, ocupado solo por él. Estuvo toda la tarde, encaramado en su guarida, pensando. Y, 


cuando se escondían ya los últimos rayos del ocaso, su abuela lo buscó por todas partes, pero no lo encontró y 


acabo exasperada sentada en su tapizada y pequeña silla. Después de pensarlo varias veces, decidió optar por 


llamar a su hija para informarla de la situación. La reacción de la madre fue mucho peor que la que la anciana 


abuela del pequeño había supuesto y, a voz en grito, esa desesperada mujer se puso a llamar a su hijo. El  


pequeño indiecito guaraní, sobresaltado por el grito de su madre, perdió apoyo, y cayéndose, murió.


El último uso de sus ojos fue ver una preciosa mariposa azul posarse en una de las ramas más finas de árbol, y, 


la última palabra que pronunciaron sus pequeños labios fue: Libertad, pensando en esa bella mariposa.

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