"Una lavandera enamorada"
A la acequia iba a lavar.
Ante un galán siempre me encontraba.
Bajo un árbol, él, día a día, sus libros leía.
Con dulzura nos mirábamos.
Contra él un día me tropecé
de llevar mojados los zapatos.
Desde la acequia hasta el árbol caí.
En sus brazos me cogió,
entre la hierba me tumbó,
hacia arriba y hacia abajo me movía el pie,
hasta que se me fue calmando el dolor.
Para enamorarse hace falta poco, y,
por su mirada, su dulzura y su atención, a mí me ocurrió.
Según las lavanderas del pueblo
sin enamorarse de ese hombre ninguna lavandera había muerto.
Sobre el amor sólo el corazón tiene qué decir.
Y tras mi piel está el amor que
durante toda mi juventud sentí
mediante sus verdes ojos y ese día en que en sus brazos caí.
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