Monólogo.Anabel Guerra González

Soledad y cordura

            Es curioso ver a Don Luis cada domingo sentado en el mismo peldaño, en esta calle asolada y abandonada desde el resplandor de la aurora hasta entrado el mediodía. Desde que murió Doña María, su esposa, en un día como doy hace ya varios meses repite esta rutina al finalizar cada semana con la única compañía de su cigarrillo. Debe de ser un tormento vivir con esa pena, la amaba con locura. Pero… ¿en qué pensará durante tantas horas?

            Su repentina soledad se alarga cada vez más, los vecinos han dejado de hablarle pues dicen que ha perdido la cordura. Sus ojos están vacíos y abogados en un mar de pensamientos.

            Mi marido Teorocito y yo lo hemos invitado varias veces a charlar y almorzar, pero solo regresamos con una rotunda negativa.

            Espero que pronto vuelva su alegría característica y aprenda a vivir con el recuerdo de Doña María.

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